lunes, 16 de abril de 2007


Cosas de divorcio
¿Cosas que pasan, no?

Pasada la tormenta no sabía qué hacer con el piloto celeste que me quedaba largo y cada tanto tropezaba con él. Tampoco podía moverme ágil porque se me había ocurrido ponerme un par de botas que me quedaban chicas. Todo era incomodidad. Con el cabello pegado a mi cabeza parecía un pato mojado ya que el paraguas se me dio vuelta en medio del chaparrón. Me preguntaba cómo terminaría mi día. Faltaban horas todavía. Iba a encontrarme con el secretario de Ricardo, mi fiel amigo y abogado que llevaba mi divorcio. No podía recordar su nombre. ¿José Luis, ¿ Juan Ignacio? no, no Compuesto sí, pero no. Me pareció oír que Ricardo lo llamaba Juan Francisco. Entré a la confitería buscándolo con los ojos de un vistazo y lo vi, medio oculto tras una columna, con una enorme maceta adelante... ahí estaba el “Panchito”. Mientras iba hacia él lo reconocí, pues casi no lo registraba. Ricardo me lo presentó en el estudio y fue muy corto el encuentro... bueno...tan mal no pintaba. Rápidamente recordé de aquella presentación, su sonrisa. Le di la mano, me senté, lo miré, nos miramos.
Por suerte debajo del piloto tenía el trajecito rosa a rayas que hacía juego con la blusa fucsia. Las botas, debajo de la mesa no se veían.
¿Por qué Ricardo me mandó su secretario para finiquitar el tema de los alimentos de mi divorcio, cuando era una cosa bien personal?
El tema era ríspido, delicado y hubiera preferido hablarlo directamente con él y Aníbal. Bueno, Aníbal. Aníbal no sabía ni él lo que quería hacer.
- ¿Hablamos de lo suyo, me dijo, o le cuento algo de mí? Se quiso hacer el simpático y me resultó ridículo y algo presuntuoso. ¿Por qué la pregunta tan infantil, fuera de todo contexto para un tema tan serio? Ya me hartaba hablar de mí y menos supondría este personaje que con semejante tarde y mi inquietud íbamos a conversar sobre él. Se lo dije claramente. En el momento me arrepentí, porque era evidente que quería hacer más fácil la entrevista ya que no nos habíamos tratado antes. Pero ni se inmutó. Pensé, este tipo es medio caradura. A ver con qué sale ahora... y salió.
Me invitó al cine.
Todavía estoy esperando el final de mi divorcio, que no termina nunca, los alimentos, que no me pasa Aníbal para Lily que ya tiene catorce años y estoy viajando bastante bronceada, por el Caribe, con ella, con Juanfran, “el simpático secretario de Ricardo” y nuestro hijo Federico que hoy cumple cuatro años.

1 comentario:

A. M. Vermon dijo...

Que historia tan pícara!!!